lunes, 31 de agosto de 2009

LAS FONDAS DEL PARQUE


Se viene el mes de septiembre y con él se hacen presente las tradiciones, las manifestaciones folklóricas que muchas veces permanecen dormidas durante el año para muchas familias, calles, ciudades, y que por cierto hay otro gran grupo que lucha incansablemente por mantenerlas vivas durante todo el año.

En el número 10 de la Revista El Arado publicado en Marzo de 1987, recordamos un reportaje enviado por don Hernan Nuñez y que nos habla de las tradicionales fondas que llenan de color los parques de nuestras ciudades.

"Hernán Nuñez, es un experimentado cultor de la cueca centrina o chilenera, percusionista de primera y creador de letras y melodías de cuecas, se ha ganado un gran prestigio entre sus pares y es referencia obligada, de todos aquellos que se interesan por estudiar el fenómeno musical urbano. En un antiguo disco del Sello Odeón, dió magistralmente estampada sus propias viviencias en torno a la cueca, y a través de ella, nos introduce en las costumbres de un importante sector de nuestra sociedad, habitualmente marginado y despreciado.. El lenguaje que emplea en su propio lenguaje; no es soez ni de mal gusto: es popular y, por lo tanto, nuestro.

Hace años, para las Fiestas Patrias, en el parque no se conocía otra música que no fuera la cueca. La gente rechazaba cualquier otro baile; se podía observar claramente que la cueca era la reina y señora de la fiesta.

Todas las fondas eran muy concurridas, pero las que más atraían la atención del público eran las fondas asalonadas, que no eran otra cosa que casas de niñas que se trasladaban al parque casi con camas y petacas. Ahí estaba el boca de caballo, o sea el señor piano. Había cortinajes asalonados, se veía largos, bien pintarrajeadas, con sus lunares que aunque fuleros, eran provocativos. Todo este espectáculo llamaba mucho la atención del público cursi que no había estado nunca en esos lugares. También ponían fondas comerciantes, gente a parte de todo esto; por lo general era gente picada a la cueca o vivaracha; no era negocio pa' giles, porque para poner una fonda había que tener gusto.
Siempre se tomaba los mejores pisos las fondas asalonadas veinte o treinta fondas juntas, donde a esa hora de las 4 de la tarde ya no había mesas ni pa' remedio, o sea, se tomaban la plaza. Casi todas las casas tenían músicos, claro que para forzar el equipo, contrataban uno o dos taitas para la cueca, porque la jornada era dura. Al tercer día uno parecía ganso, era tanto la euforia que al final para bailar había que guiarse por el puro bombo, porque los cantores ya no daban más, todos estaban roncos.
La mayoría de los mejores cuequeros de fonda, no eran músicos, por ejemplo eran carreteleros, comerciantes ambulantes, veguinos, afuerinos, pillingajos, choros, roperos, planteros, matarifes, tortilleros. Entre estos estaban los mejores cuequeros y todavía quedaban muchos como echados al olvido, cuando fueron puro Chile para darle color a la cueca. Además, esto no cantaban sólo apianados, cantaban con vinera, en seco, o sea, sin música, con una silla terciado, un tarro parafinero, cajón para tañar, o conchas de choro, o cucharas: y pa' la gargantaa del roto chileno basta que tenga el niño con mano en cadera, o sea, el chuico, porque la cueca nunca ha sido de rulo. Había que tener buen pito para cantar, saber versos por cientos, variaciones de melodías, cuecas con recovecos porque siempre había rivalidades, y quien mas o quien menos hacía lo posible por no pifiarse en una cueca o melodía, que era una deshonra muy grande. Había también cuecas improvisadas, para dejar tirado al rival de ese momento.

Mucha gente iba a puro oír cantar a sus preferidos, porque la cueca tenía su público que sabía de ella y exija calidad....

Al pasto llegaban gente en carretela. vamos haciendo el fuego para el asado, bajando los chuicos y vamos sirviendo. Después de dos o tres tragos, s´que le la funda a la guitarra. Como la cosa estaba fría, venga una tonada o dos, después dele cuecas y la cosa enardecía y no paraba hasta que los carabineros avisaban por lo menos cinco o seis veces que había llegado la hora de retirarse, entonces, de malas ganas empezaban a guardas las cosas. ...

La gente de los barrios sacaba sillas y bancas a las puertas de las casas de sus casas para ver pasar el rodado, y no había coche, carretela ni victoria que no fuera adornada con flores banderas o sauce llorón.

(El reportaje completo de este artículo lo puede solicitar a nuestro correo elarado.anfolchi@gmail.com)

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