domingo, 6 de diciembre de 2009

UN CUENTO DE NAVIDAD

Hoy en día cuando la prensa, la radio y televisión bombardean infatigables con las delicias de un ambiente que siempre fue ajeno, pero que los chilenos quizá por engaños, arribismo e incapacidad para defender nuestras tradiciones nos hemos acostumbrado a aceptar y consumir como moderna inerpretación de la navidad.
Es increible ver las tiendas que se engalanan con pinos, nieve, trineos y viejos pascueros, que nosotros debemos admirar en pleno verano, además de consumir alimentos de alto grado calórico como pan de pascua, chocolates y cola de mono productos muy apropiados para el invierno del hemisferio norte ya sea en Berlin Estocolmo o Nueva York...ver como la alegría de un niño es más o menos según el valor y el tamaño de su regalo, bueno esto nos ha volcado a citar un artículo que se publicara en nuestra revista número 30 de diciembre del 2001 y que fue una experiencia vivida por un grupo de nuestros asociados.
Justificar a ambos lados
UNA REPRESENTACION DE NAVIDAD

Aquella navidad decidimos montar una obrita para los niños de Amfolchi (en ese entonces, hoy Anfolchi) y buscamos un cuento de nuestra tradición que hablara de la oportunidad. No encontramos uno adecuado, nos dimos a la tarea de hacerlo, queriamos que en dicho cuento aparecieran los personajes comunes de la Navidad, tales como el Viejito Pascuero, pero que al mismo tiempo hablara de nuestras tradiciones y que su acción estuviera ubicada en un sector campesino. Entonces, surge "Cuando Pedro Urdemales ayudó al Viejito Pascuero", la anecdota de la obra era muy simple:

"Pedro en casa de su suegra, preparando el final de la novena del Niño. Ella le pide que vaya a comprar algunas cositas que le faltan, lo manda bien recomendado que no se quede farreando con sus amigos. Parte Pedro a cumplir con los encargos de su suegra, cuando va por el camino escucha los rezongos de un hombre y descubre a un anciando vestido de rojo y tremendamente abrigado, con una carreta muy rara, ya que en lugar de ruedas tenía unos palos puestos a lolargo y además era tirada por caballos con cuernos. En un principio Pedro creyó que era el Diablo, más él no le tenía miedo, total ya una vez lo había engañado. Se acerca y pregunta qué le pasa y quién es, le responde el extraño que es el Viejo de Pascua y que el trineo en que le llevaban regalos a los niños del mundo se le había echado a perder. A causa de esto estaba desesperado porque no iba a poder repartir todos los juguetes y muchos niños se quedarían sin recibirlos . Entonces, Pedro, le ofrece su caballo el cual es tan rápido que uno sale hoy y llega ayer. Él se encargaría de arreglarle su carreta y que después le dovolviera su caballo. Acordado esto, se va el Pascuero, Pedro le repara el trineo y, ya de amanecida, se devuelve donde su suegra contándole lo sucedido, cosa que por cierto no le cree. Lo estaba esperando cuando llega Segundo, un compadre de Pedro a decirle que su caballo está en el establo con unas alforjas, conteniendo todos los encargos de la suegra. Una nota del Viejito, le comunicaba que había podido hacer todo el reparto de juguetes, le daba las gracias y le decía que las alforjas eran de virtud y todo lo que pidiera se lo concederían.

Una vez que estuvo montada la obrita decidimos presentarla, como ensayo general, en una Capilla del secotr en que viviamos. A dicha presentación no pudo asitir el actor que hacía de Pascuero y me tocó "parar" el personaje, por lo demás muy corto, lo que me permitía vr el resto de la obra, ya que era su director. Así se hizo. después de representar el papel de Pascuero, salgo rápidamente a quitarme el vestuario. En el corto trayecto de regreso a la Capilla, me detiene una pequeñita de unos cinco a seis años, gordita, de liso pelo negro y grandes ojos café.

- Señor, quiero hablar con el Viejito Pascuero.
- No está aquí - le contesté después de una vacilación.
- ¡Pero yo lo vi entrar recien no más! - dijo ella con absoluta seguridad.
- Si pero ya se fue, porque tenía que hacer.
Ella frunció las cejas y tuve la sensación de que no me creía. Buscando una salida el dije:
- ¿Para qué lo necesitas? -
- Mire señor, yo vivo con mi abuelita y el año pasado el Viejito llegó hasta la casa de mis papás no más, por eso no me encontró. Yo quería decirle dónde vivo para que este año no se vaya a perder.

Con la garganta hecha un ovillo le dije que no se preocupara, que yo le transmitiría su mensaje porque tenía que verlo al día siguiente.

Esa misma noche nos ocupamos que el Viejito Pascuero ese año pasara a verla.

(Javier Torres)